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Una de las charangas, en el prau de la fiesta, roedada de romeros. / FOTOS: JORGE PETEIRO
El campo de San Timoteo volvió ayer a llenarse de luarqueses dispuestos a vivir el que, a sus ojos,es la mejor cita del verano. A los vecinos de la localidad se sumaron centenares de visitantes llegados de diversos lugares de Asturias con muchas ganas de pasárselo bien. A las 12.30 horas empezaron a cruzar el puente las peñas con sus carros repletos de viandas y botellas de sidra para soportar el caluroso día de verano y, entre bailes, avanzaron hacia el prao de la romería. No importaba si sonaban canciones asturianas a ritmo de tambores y gaitas o si las trompetas entonaban los éxitos del verano, con todo podían las ganas de fiesta de los allí presentes. Pero, sin duda, hubo una canción a la que se rindieron, el himno de San Timoteo, su santo patrón, cuya letra cantaron las peñas al unísono con la emoción de estar, un año después, disfrutando de «el mejor día del año» rodeados de los suyos.
Ya en el campo de la fiesta, las peñas se instalaron en el mismo sitio que llevan ocupando toda la vida, porque cada 22 de agosto se reencuentran con vecinos, amigos de la infancia y familiares a los que hace un año que no ven. Cada grupo se distingue con un estampado diferente en sus mandilones, para ellos, sus 'chambrones', aunque todos coinciden en la gran 'T' que llevan a la espalda y la que lucen en el pecho. Además, todos llevan esta misma letra de pan colgada al cuello y cargan con los bastones que alzan para animar a la gente y honrar al santo.
San Timoteo consigue que vuelvan a casa todos los que, por unos motivos u otros, viven a demasiados kilómetros de su Luarca natal. Todavía no existe distancia suficiente para que se pierdan esta fiesta, pues ir a San Timoteo les compensa tener que coger aviones, recorrer de sur a norte España o invertir las horas que hagan falta en la carretera. «Es el único día del año que nos juntamos todos los amigos. Venimos de Cádiz, de Valencia, de Madrid y de distintas zonas de Asturias y hoy estamos todos juntos aquí, sentados bajo el mismo árbol de todos los años», contaba Irene Fernández. «Yo llevo viniendo toda la vida. Uno de mis primeros recuerdos es en esta fiesta. Cuando yo era niña esta era una romería mucho más pequeña y me acuerdo de mi madre haciendo la paella en un cámping gas, eso ahora sería impensable. Mi madre sigue viniendo a cuidarnos a mis amigos y a mí cuarenta años después, ese es el encanto de esta fiesta. Aunque ahora sea más grande, ha perdido cosas y ha ganado otras», añadió.
Chus Suárez llegó temprano por la mañana para organizar sus bártulos.Él empezó viniendo de niño y, ahora, viene con sus hijos y los hijos de sus amigos. Llegan cargados de sidra, empanadas y tartas para disfruar al máximo del día. «Es una fiesta de prau más, no se distingue probablemente de otras, pero es que esta es nuestra fiesta de prau», explicaba con el orgullo de celebrar el día de San Timoteo tantos años después de haber disfrutado del primero siendo solo un niño. En esto coincide Marco Rodríguez, «estamos en el prau hasta que baja la primera charanga y con ella nos vamos hasta el pueblo a continuar la juerga». Ana Cristina García ve el encanto de San Timoteo en la familiaridad que conserva, «somos los de toda la vida y cada año vemos cómo van llegando las nuevas generaciones». Y en la familiaridad que hace especial esta romería están de acuerdo muchos luarqueses como Rocío Fernández, otra de las habituales. «Me emociono mucho cuando suena el himno, pero lo que más me gusta es que es mucho más familiar que otras fiestas de prau, aquí nos conocemos todos y hay mucha gente que llevas un año sin ver y nos saludamos de San Timoteo en San Timoteo».
También son muchos los asturianos de otras localidades que se acercan hasta Luarca para disfrutar de esta romería que crece imparablemente. Noemí Álvarez es de Cangas del Narcea, se animó hace tiempo a venir y desde aquel primer San Timoteo, no se ha querido perder ninguno. «Es una fiesta muy tranquila, pero en la que te lo pasas genial igualmente. Esta fiesta lo tiene todo». Noemí y sus amigos llegaron a Luarca por la mañana temprano y no están dispuestos a irse hasta haber exprimido al máximo la romería. «Nosotros nos quedamos a dormir aquí de acampada y, ya que hace sol, mañana seguiremos disfrutando en la playa y así hacemos el plan completo». La romería se prolongó hasta la noche, cuando las charangas bajaron al pueblo para continuar la verbena con las orquestas.
El campo se fue llenando según avanzaba la mañana. Los abrazos de reencuentro se sucedieron mientras compartían sidra, comida y recuerdos. Luarca disfrutó de su día que empezó, como canta el himno, a golpe de volador y continuó elevando los bastones al paso de los cofrades. Ahora toca que su San Timoteo los bendiga hasta que vuelva a salir de su capilla el próximo 22 de agosto, aunque la única bendición que necesitan es reencontrarse el año que viene todos los que este año están.