Recetas de cocina fáciles y caserasTarta Red Velvet
Esta famosa tarta norteamericana, también llamada tarta de terciopelo rojo está totalmente integrada en nuestras celebraciones y espacios gastronómicos digitales, por lo fotogénica que resulta. Pero tengo que decir que lo mejor no es su apariencia, sino su sabor, que encandila incluso a los menos golosos.
Ahora se usa colorante alimentario rojo para conseguir este bonito e intenso color, pero parece que inicialmente era un rojo más suave, fruto de una reacción química natural del bicarbonato y el buttermilk con el cacao. Después de la segunda guerra mundial y debido a la escasez de azúcar, algunos pasteleros comenzaron a añadir crema de remolacha para dar dulzor y conseguir una mayor esponjosidad y humedad en los bizcochos. Con ello también lograron un color rojo intenso mejorando así el aspecto en estas creaciones. Sin duda, el boom americano de este pastel de terciopelo rojo fue en los años 40, pero Hollywood la puso de nuevo de moda, incluso a nivel internacional, en la película Magnolias de Acero.
Hay infinidad de recetas y maneras de hacer la Red Velvet y todas coinciden en los ingredientes, pero varían las proporciones de estos y el paso a paso en el proceso de elaboración. Normalmente, los bizcochos para las tartas de capas, llamadas también "layer cake", se hacen usando el método cremoso. Este, consiste en preparar primero una mezcla grasa, que suele ser mantequilla, azúcar y huevos, a la que luego se le incorporan los ingredientes secos y líquidos de manera alterna. Estos bizcochos son ligeros y muy esponjosos, ideales para tartas altas y estilizadas de hasta seis pisos; sin embargo, yo he utilizado el método "one bowl", en el qué, por un lado, mezclamos los ingredientes líquidos y por otro los secos, que iremos añadiendo a la primera mezcla poco a poco. Es menos laborioso y el resultado es un bizcocho mucho más húmedo y sedoso. Su miga es más densa, pero como esta Red Velvet lleva sólo tres capas, con el "one bowl" ha quedado perfecta y deliciosa.
Para la crema de queso:
Primero y como siempre pesamos y medimos todos los ingredientes y los dejamos a temperatura ambiente. Mezclamos la harina con el cacao, el azúcar, la sal y la levadura, lo tamizamos todo junto y reservamos. A la vez, encendemos el horno y lo ponemos a 180º para que se vaya calentando mientras preparamos la mezcla del bizcocho.
En un bol ponemos todos los ingredientes líquidos: el aceite, los huevos, el buttermilk, la vainilla, el vinagre y el colorante.
Con una batidora los mezclamos durante unos minutos hasta que estén cremosos.
A continuación, vamos incorporando la combinación de los ingredientes secos, poco a poco y mezclándolo a velocidad baja. Finalmente, cuando tengamos todo aunado, añadimos el bicarbonato y removemos un poco más para para que se integre en la mezcla.
Vertemos el preparado del bizcocho en el molde previamente engrasado y horneamos durante 50 minutos a 180ºC. Podemos hacerlo también en tres moldes individuales de igual tamaño, si disponemos de ellos y de espacio en el horno. Transcurridos los 50º minutos, comprobamos si el bizcocho está listo pinchándolo con una brocheta, en el momento que ésta sale seca lo quitamos del horno. Esperamos un par de minutos y lo desmoldamos sobre una rejilla para que se enfríe totalmente.
Con el bizcocho ya frío, vamos haciendo la crema de queso y mantequilla. No es recomendable prepararla con mucha antelación, ya que al tener que guardarla en la nevera, se endurece y luego es muy difícil de manipular y extender sobre las capas de bizcocho. En un bol mezclamos la mantequilla, a punto de pomada, con el azúcar y batimos hasta conseguir una crema.
Añadimos el queso y seguimos trabajando a velocidad baja, hasta que lo veamos uniforme. Finalmente incorporamos la nata montada y lo mezclamos todo con una espátula. Guardamos este glaseado en la nevera unos minutos, mientras vamos dividiendo nuestro bizcocho en tres partes. Primero cortamos la parte abombada superior central, que normalmente se forma en los bizcochos, para que nos quede totalmente plano. Este trozo sobrante, lo desmenuzamos y lo reservamos para decorar luego la tarta.
Con una lira o sierra específica para ello, cortamos tres discos iguales y uniformes y empezamos a montar las diferentes capas.
Ponemos un poco de crema en la base donde colocaremos la tarta, para que no se mueva. Encima colocamos un primer disco de bizcocho y, sobre él, vamos extendiendo la crema de queso y mantequilla. Usaremos la cuarta parte, más o menos, para que nos queden las capas iguales y con la misma cantidad de relleno, teniendo en cuenta, también, la decoración final por los lados. Vamos alternando capas de crema con discos de bizcocho, terminando con el glaseado de queso y mantequilla. Seguidamente la recubrimos al completo por los laterales, ayudándonos de una espátula, para que nos quede lisa y uniforme.
La decoramos con las migas de bizcocho que teníamos reservadas y guardamos nuestra tarta en la nevera un par de horas antes de degustar. Con esto conseguimos que la crema adquiera un poco más de consistencia y se integre con el bizcocho.
La Red Velvet estará mucho más rica al día siguiente, por lo que es recomendable planificaros y hacerla con un día de antelación. Así conseguiremos, además de repartir el trabajo y hacerlo más llevadero, tener una tarta llena de sabor.
Mis primeros pinitos en la cocina fueron al lado de mi abuela, amasando pan en la artesa. La artesa sigue allí, y mi pasión por las masas y los fogones ha ido creciendo. Hoy cocino para mi familia, lo inmortalizo en fotografías, y lo escribo. Me gusta recuperar tradiciones, despertar recuerdos y emociones a través de mis recetas. Y disfruto compartiéndolo en pandebroa.es.